Tres timos con el cambio a los que debemos estar atentos


Si algo está claro es que la picaresca no tiene límites. Y que los amigos de lo ajeno van a estar siempre ahí, al acecho e intentando hacer su agosto a la mínima ocasión que se presente. El pequeño comercio no solamente no escapa de estos riesgos sino que incluso se convierte a veces en un objetivo goloso para estos mangantes. Os comentamos tres formas usuales de timo a las que debemos estar atentos para evitar acabar siendo una víctima más de estos indeseables.


1.El billete falso

En primer lugar hablamos de un engaño que tiene como objeto colarnos un billete falso, por lo general de 50 euros. Una forma bastante usual de colocar papeles más falsos que un Judas de plástico y a la que últimamente están recurriendo los estafadores para pasar moneda falsificada.

En este caso el timador acude a la tienda, realiza una compra de pequeño importe y paga con un billete de 50 euros. El dependiente, precavido por si acaso, comprueba que el billete es auténtico (máquina, rotulador, inspección visual…, lo que cada uno suela emplear) y el caso es que el billete que acaban de entregar es verdadero de todas a toda. Es auténtico este, claro. Y ahí es donde comienza el timo.

De pronto el comprador recuerda que a lo mejor lleva un billete más pequeño. O que lleva suelto para el pago. Se mira bien… y ¡sí, tiene suelto! ¡Qué suerte! Pide al dependiente que le devuelva el billete de 50, antes de que le den el cambio, se lo guarda y pone sobre el mostrador las monedas o el nuevo billete. Y cuando el dependiente va a cogerlas… ¡vaya! ¡Nuevo cambio de opinión! Dice que mejor se lo piensa y que va a pagar con el de 50, que si no se queda mal de cambio. El cliente-timador recoge sus monedas y nos vuelve a dar el billete grande, el de 50 euretes.

Solo que este ya no es el mismo billete que antes sino que lo ha cambiado por otro. Este sí es el falso, y el pobre comerciante, agobiado con tanto cambio, con tantas idas y venidas, ya no lo comprueba. ¿Para qué, si lo ha revisado hace unos segundos? Resultado: un billete falso en el cajón. Un billete que se va a comer el comercio casi con toda seguridad porque él –ahí si que lo llevamos claro- no va a conseguir colocárselo a los bancos.



2. El billete de cincuenta.

El segundo método juega al despiste, y hay auténticos especialistas en llevarlo a cabo. Con un poco de mala suerte con este segundo sistema le pueden <tangar> al comercio casi 50 euros.

Comienza como el anterior, con una pequeña compra que se paga con un billete grande, por lo general de 50 euros (hay quien lo intenta con billetes de 20, roban menos pero es más discreto, y hasta con alguno de 100 euros). En cuanto que el comercio ha dado el cambio, el falso cliente recuerda que lleva un billete más pequeño o monedas. Y que casi mejor que paga con ellas.

Pone las nuevas monedas sobre la caja, pide que se le devuelva el billete anterior, y comienza a calcular el cambio que hay que darle ahora. Insistimos en que hay auténticos expertos en liar con estas cuentas, en las que intentarán incluso restar de los 50 euros lo que han entregado con las nuevas monedas. Todo con el objeto de enturbiar la cosa, embrollar al dependiente y acabar marchándose con el billete y lo que es peor, con el cambio que se les dio en primer lugar. Que es de lo que se trataba desde el inicio.

Puede parecer que se trata de algo fácil de detectar y que es complicado caer en la trampa. Pero hay que recordar que estamos ante auténticos maestros en jugar al despiste, bien entrenados en confundir a cualquiera.



3. El cambio embrollado

El tercer método es similar al anterior, solamente que el embrollo se complica más: después de pagar con el billete grande y antes de que el dependiente entregue las vueltas, se pide cambio de otro nuevo billete (o de un par de ellos), y se aprovecha todo el lío de importe a pagar, billete grande entregado al inicio, billetes cambiados luego y vueltas a recibir por la compra... para embrollar la cosa, confundir al dependiente e irse finalmente con más cambio del que corresponde en realidad.

Toda esta operación se suele apoyar con otro cómplice, que mete prisas y presión (a veces haciéndose pasar por otro comprador) para confundir más todavía al comerciante víctima.


Así pues, ante todas estas jugarretas e intentos de estafar solamente queda una opción: extremar la prudencia. Sobre todo cuando clientes a los que no se conoce intentan pagar compras mínimas con billetes de alto valor o se cambia repentinamente de idea en el tipo de billetes o monedas que se van a usar. En estos casos hay que tomarse el tiempo necesario para pensar bien, sin dejarse liar, y si vemos que la cosa se complica, hacer saber al posible timador que vamos a avisar a la Guardia Civil o la Policía Local para que se presenten en el local.


Ante este tipo de indeseables amigos de lo ajeno, toda precaución es siempre poca.

Si conocéis algún caso parecido u otras formas de engañar que puedan ayudar al resto de comercios a protegerse.. dejad vuestros comentarios.

Comentarios